“Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos”.
Oramos con el salmo Sal 25 (24), 4b-9
4 Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
5 enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.
6 Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
7 no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.
8 El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
9 hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
El salmista se ve a sí mismo pecador, pobre, solitario, desorientado. Le pide a Dios que le perdone las faltas y pecados de su juventud y que le muestre sus caminos. Y esto con total confianza en el Señor, con la esperanza de no verse defraudado ni quedar sin respuesta. Sabe que la ternura y la misericordia del Señor son eternas. Sabe que el Señor es bueno y es recto, que enseña el camino a los pecadores; que hace caminar a los humildes con rectitud, y enseña su camino a los humildes.
El Dios que nos presenta este salmo es el aliado del pobre, el mismo que liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto y los condujo a la tierra prometida; El Dios de ternura y misericordia; el Dios bueno que enseña su camino a los humildes; el Dios que se acuerda de sus criaturas con misericordia y bondad.
Salmo para la vida, para vivir cada día, el amor con el que Dios nos ama. Bella oración para este comienzo de Cuaresma: Señor, enséñame, instrúyeme, haz que camine con lealtad. Acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
Lee pausadamente el salmo, deja que entre en ti cada expresión, pronúnciala, hazla oración y quédate en silencio sintiendo como el Señor te perdona y te muestra el camino.