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Nuestra experiencia de voluntariado Usera en AFRICA.

Agosto 2018

Después de unos días de reflexión de lo vivido y ya en España, Marian (de Oviedo) y Yoli (de Verín), intentaremos explicar muy brevemente la magnífica experiencia vivida en África, en concreto en Melivane.

Madrid y el vuelo Intercontinental supusieron la preparación psicológica previa: reflexión y excitación ante lo inminente, lo desconocido…

Nuestro primer encuentro fue en Maputo. Aterrizaje e inmejorable acogida por parte de las hermanas. De allí, vuelo a Quelimane donde una nueva acogida cálida y familiar nos preparó para intenso y duro viaje hasta nuestro ansiado paraíso: carreteras secundarias, última frontera de la civilización, y un durísimo viaje en un jeep que, entre baches, vados de ríos imposibles y el intenso tráfico humano, nos transportó después de más de tres horas en el paraíso, en nuestro ansiado Emaús africano: Milevane.

El momento en que te encuentras cara a cara con tu sueño es indescriptible y la emoción casi no te deja pensar…

Primera semana de toma de contacto geográfico, laboral y sobre todo, humano. Colaborando con las tareas cotidianas de las hermanas, que iban desde la recolección de café, tubérculos, frutos variados, plantación de cafeteros, hasta la atención sanitaria de los enfermos del poblado y clasificación de medicamentos que con mucho gusto y cariño habíamos transportado desde España. Todo un compendio de actividades que bien requería de todo el tiempo posible, desde de las primeras luces del albor hasta los últimos rayos agónicos del crepúsculo. Esa mítica magia de la luz en África, radiante e irrepetible, inmensa y sonora, que nos acompaña desde las cinco de la madrugada hasta las cinco de la tarde con un fotograma de emociones. Cada momento del día acompañaba con una luz y una belleza diferente: la sabana sorprende por su variada e intensa sencillez, esa luz se derrama con un enorme sol diurno que deja su testigo a una luna hermosa que no deja fisuras a la oscuridad, apenas en los rincones más íntimos de la planicie. Nuestro paseo de última hora lo acompañábamos de linternas para observar aún más esa belleza simple y limpia; ese era el mejor momento para dar rienda suelta a la Contemplación y la Escucha: Emaús estaba cerca, muy cerca, nos acariciaba su divina humanidad. Y en esa aportación mágica fue crucial la revelación de las hermanas, su experiencia de cuarenta años de entrega, lucha, servicio, curando enfermos, aportando recursos, alimentando a criaturas desnutridas, repartiendo amor y consuelo… sobreviviendo a una guerra!!! No hay mejor servicio y ejemplo que la imitación de Cristo.

Al mismo tiempo que realizamos esas tareas, asistimos a la escuela pública, puesto que los niños de la escuela agrícola de las hermanas aún no habían llegado. Las condiciones eran desalentadoras: sin pupitres, ni sillas, ni libros… simplemente las ganas de apren

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der de 600 alumnos sentados en el suelo, sobreviviendo al reiterado absentismo del profesorado público únicamente con la esperanza de alejarse de la miseria.

 

Muy diferente era la situación de nuestros alumnos que, aunque sólo les separaba un camino, un pequeño espacio físico, disponían por el contrario de mobiliario educativo, recursos básicos, y hasta teléfonos móviles con placas solares para su recarga. Los niños más pequeños del poblado tenían un tesoro más poderoso: tiempo libre para fabricar sus rudimentarios juguetes. Ese es el gran valor de las cosas cuando la pobreza se convierte en una riqueza.

En la segunda semana se intensificó el trabajo. Se fue el silencio y regresaron los alumnos de la escuela agrícola de Melivane, desde lejanos lugares para continuar sus estudios después de unos días de vacaciones. Algunos profesores no se incorporaron hasta una semana más tarde, así que, con nuestras armas docentes y nuestra ilusión, nos convertimos en profesoras en horas lectivas y monitoras de tiempo libre en sus ratos de asueto, miércoles y fines de semana, en los que les deleitamos con una yincana de juegos populares y que viendo la falta de campos destinados para deporte y juegos nos entregamos a la lúdica tarea de construir un campo de baloncesto y voleibol con la inestimable ayuda de algunos de ellos que gustosamente cortaron árboles, soldaron aros y prepararon tablas de canasta …

El intercambio humano fue enormemente gratificante y aportador (salvo en algún momento que algún joven se hacía el remolón para colaborar pero ahí estaba Mariam que con toda su ilusión los animaba pronto).

Y lamentablemente, llegó el final, acompañando a la tristeza una inmensa sensación de plenitud, aprendizaje, intercambio, cariño, emociones y sobre todo gratitud. Nuestra labor se vio premiada por un hermoso atardecer en un lugar mágico que nos enseñó la Hermana Lina, junto a las inolvidables caras de afecto de los chicos y la generosidad de las hermanas y vecinos del poblado, quedarán grabados a fuego en nuestras retinas y corazones, al igual que el brillo intenso de los ojos azabache de los más pequeños: La Luz de África.

SOLO PODEMOS DECIR:   ¡GRACIAS Y MÁS GRACIAS !!!!!

Mariam y Yolanda