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Gracias por todo. Franciscus

Una carta desde el corazón: gracias por guiarnos con ternura y esperanza


Querido Papa Francisco,

Me gustaría escribir esta carta como reflejo de todo lo que significó para mí su tiempo como Papa. A través de sus palabras, sus gestos y su cercanía, dejó una huella imborrable en el corazón de millones de personas y especialmente en el mío.


En primer lugar, gracias por evangelizar con alegría, con sencillez y con verdad. Por hablarnos al corazón, por mostrarnos que Dios nos ama a cada uno tal y como somos: con nuestras heridas, nuestros defectos, nuestras virtudes y nuestras cicatrices. Gracias por recordarnos que, al igual que alimentamos el cuerpo, tenemos que alimentar el alma con oración. Por hacernos ver que no necesitamos maquillar el alma para acercarnos al Señor, que podemos ir a Él tal cual somos, con todo lo que llevamos dentro, incluso con aquello que a veces nos cuesta aceptar de nosotros mismos.

Gracias por enseñarnos que la alegría es misionera, que la fe no se guarda en un cajón, sino que se vive y se comparte. Por llamarnos a hacer lío, a no tener miedo de movernos, de salir y de amar sin condiciones. Gracias por recordarnos que en la Iglesia hay espacio para todos, sin excepción, y que al cielo se llega en equipo.


Tuve la oportunidad de conocerle en Lisboa en la Jornada Mundial de la Juventud de 2023. Ese encuentro cambió mi vida. Vi a un Papa que abrazaba sin juzgar, que caminaba con nosotros, que nos miraba con ternura y nos decía, con palabras y con silencios, que todos tenemos un lugar en la Iglesia. Todos. Que Dios nos espera, siempre, incluso cuando nosotros mismos dudamos de si merecemos ese amor. Aquel encuentro me enseñó la belleza de caminar juntos en la fe. Me ayudó a dar un salto de confianza, a creer en Dios, incluso en medio de las dificultades, comprendiendo que nada puede sucederme, que Él no permite y que, si lo permite, es porque es lo mejor para mí. En otras palabras, reforzó por completo mi fe.

Lisboa fue también testigo del nacimiento de algo muy especial: una familia de jóvenes Amor de Dios que, unidos por la misma fe y por el Padre Usera, nos encontramos allí para compartir nuestras distintas formas de vivir la fe, de expresarla y de celebrarla. Sin planearlo, se formó una gran familia, movida por un mismo Espíritu, por un mismo deseo de seguir a Cristo, de servir y de vivir con alegría el Evangelio.


En definitiva, gracias, Santo Padre, por su forma de amar a la Iglesia, por mostrarnos que la santidad no es perfección, sino entrega. Gracias por enseñarnos que el perdón no es debilidad, sino una fuerza que sana. Gracias en especial por recordarnos que nadie sobra, que cada vida es única, y que el amor de Dios se extiende a quienes sufren, a los olvidados, a todos.

Finalmente, gracias por sembrar esperanza en tantos corazones jóvenes, por movilizarnos desde los rincones más remotos del mundo y hacernos sentir parte de una misma familia. En este Año Jubilar, nos invita a ser “peregrinos de esperanza”, por eso hoy, más que nunca, propongámonos llevar su legado al mundo, seguir caminando con fe, construyendo puentes, derribando muros, y tejiendo entre todos, una gran red de esperanza.

Gracias, Santo Padre, por todo lo que nos ha dado. Su ejemplo y sus enseñanzas seguirán guiando mis pasos. Rezo por usted.

Con cariño y fe,

Rocío Moreno Moraño.