En el verano uno puede hacer
de todo; descansar es lo más urgente
al igual que poner al día algunos
asuntos que durante el curso fue
imposible y siempre se dejan para
cuando haya más tiempo. Leer y
pasear, estar unos días con la familia,
volver al pueblo y disfrutar de tu
gente,... Así mismo, no puede faltar la
urgencia de la entrega y la misión en
cada actividad veraniega. Por eso,
estos días en la Residencia Usera ha
habido espacios para la escucha, el
cariño y el recuerdo del paso del
tiempo haciendo de todo ello un
encuentro agradecido.
Sor Antonia y yo hemos sido
enviadas a dar aquello que primero recibimos. En todo momento nos hemos sentido samaritanas con la comunidad de hermanas residentes en Salamanca. Los pequeños gestos del acompañamiento:
un paseo, preparar el comedor, dar la comida y, rezar juntas han jalonado cada uno de nuestros días. Gracias a cada una de las hermanas por su acogida, sus sonrisas, sus confidencias y sus travesuras .
Milagros G.
