DOMINGO DE LA SANTISIMA TRINIDAD
Salmo 32, 4-6.9.18-20.22
“Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor”
4 La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
5 él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
6 La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
9 porque él lo dijo, y existió;
él lo mandó y todo fue creado.
18 Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
19 para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
20 Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
22 Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Este salmo, himno de alabanza a Dios dueño de la historia, por su palabra y su acción, está estructurado en tres partes. La liturgia de este día nos ofrece versículos de la segunda y tercera parte.
El salmista nos presenta los motivos para la alabanza: la palabra del Señor es palabra recta, creadora y eficaz. Todo lo hizo con amor, su misericordia llena la tierra.
Para él, la mirada del Señor sobre sus fieles es una mirada de amor, quiere librarlos de la muerte, quiere reanimarlos. Convencido de esto, proclama al Señor como auxilio y escudo y acude a Él con especial confianza y esperanza porque la misericordia del Señor lo acompaña.
Nos presenta un Dios que ama la justicia y el derecho; un Dios cuya bondad llena la tierra. Creador y Señor de la historia; no es solo el Dios de Israel, sino de toda la humanidad, y desea la justicia y el derecho para todo el mundo. Dios, amigo y aliado de toda la humanidad, desea que todos experimenten su misericordia.
Al rezar este salmo, sintamos sobre nosotros, sobre toda la humanidad y todo lo creado la mirada misericordiosa de Dios (¿cómo mirara Dios a “sus pequeños”?) y renovemos nuestro compromiso de hacerlo presente en nuestra vida diaria. Al Dios Trinidad que nos habita, permitámosle manifestarse en nosotros.